Cierro el libro. Me despido de Gregorio Samsa con una sensación agridulce, sin saber si decantarme por la lástima o el asco. De Humbert Humbert me queda una sensación parecida, aunque esta vez me sobrecoge una arcada moral inevitable. La Maga es para darle de comer aparte, como diría mi madre, que no sabe que coincide en eso con Cortázar. Me cuesta decirle adiós a Ignatius Really, porque en el fondo comparto su pesimismo ante el mundo en el que me tocó vivir. A Amador, de chiquillo ya le explicaron casi todo, aunque no sé si de hombre sabe algo.
Eva Luna, Ana Karenina y Alicia, se mandan un whatsapp para quedar en El País de las Maravillas y celebrar el 8 de mayo, porque no hay mejor patria para oficiar cualquier causa que la regida por el delirio, dada la situación a la que nos ha conducido la lógica y la racionalidad.
No sé si Godot es la salvación o una esperanza, términos que me quedan indefiniblemente lejos; lo mismo que no sé si el doctor Frankestein encarna una utopía o la distopía que me tocó en suerte. Igual habría que presentarle a otro que no tuvo mejor fortuna, el doctor Yekyll (y su inseparable Hyde). Dos magos, dos prestidigitadores autodidactas, dos tipos que explotaron el segundo plano para destacar.
Partícipe de un mundo en el que Enma Bovary tendría muchos motivos para volver a suicidarse, donde la Celestina montaría una empresa de contactos y Lázaro de Tormes nos parecería un tipo honrrado, no sé a quién invitar a cenar esta noche por miedo a que se quede de okupa en casa; un rey pasmado, un principito sin más reino que un sueño, o el célebre pinocho, que ya sabe uno de qué pata cojea y que como niño, es maestro en incordiar. También podría, sencillamente, celebrar una cena de idiotas, que hay una larga lista de personajes ilustres que han hecho historia y son merecedores de asiento, y ya se encargará cada uno de negarle el derecho de pernocta a los demás. Pero no me fío y, por si acaso, prefiero cenar sola en casa con un libro que acabo de comprar.
Con tantos personajes, ¿quién quiere ser partícipe de la no-ficción? Genial, Sasa!!
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Exacto. Dan ganas de no levantar la cabeza de los libros. ¡Un beso!
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Siempre he dicho que mis libros duermen conmigo. Los míos y los tuyos
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Ay, Asensio, mucha gente para compartir cama….jejeje! ¡Un abrazo y gracias por venir!
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